Salir hacia el Caucaso un 10 de agosto en plena guerra entre Rusia y Georgia no parecía el mejor plan para unas vacaciones de verano. El día 9 los independentistas de Osetia del Sur con el apoyo Georgiano habían decidido levantarse en contra de los intereses de Rusia, esta no iba a tolerar la iniciativa por evidentes motivos económicos relacionados con el petróleo y la salida al mar; de modo que comienza una lucha armada marcada por la superioridad aplastante de la parte rusa y por la hipocresía de la comunidad internacional, que mira hacia otro lado.
Con este panorama todo el mundo nos desaconseja iniciar esta nueva aventura, desde la familia hasta la embajada hacen sus esfuerzos, pero tras una llamada telefónica a uno de mis mejores amigos de la infancia, ahora empresario yogurtero en Georgia, decidimos continuar con nuestros planes, escalar el MONTE ELBRÚS, la montaña más alta del continente Europeo.
Tras la disgregación de la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas, la montaña más emblemática del mundo alpinístico, el MONT BLANC, deja de ser la montaña más alta de Europa, pasando a ocupar este insigne puesto el Monte Elbrus en Rusia. La cordillera del Cáucaso es la barrera natural que divide la placa Europea de la Asiática, y el monte Elbrús se encuentra 11 kilómetros hacia el interior de Europa.
Parto de Madrid en compañía de dos buenos amigos (Jose Antonio y Juan) que han decidido tener en esta montaña su primera experiencia en altura. Nuestro destino es Moscú, donde nos uniremos a otros tres españoles de Asturias (Pepe, Alberto y Modesto). La llegada a Moscú nos depara una sorpresa, mi mochila con todo el material de montaña no aparece. Papeles, reclamaciones y buenas dosis de desesperación, en Rusia se cuentan con los dedos de una mano aquellos que hablan inglés, la comunicación resulta terriblemente complicada. Mi inglés “arapajoe” aquí deja de tener sentido, con el castellano “arapajoe” me sirve igual. Al menos me siento más cómodo gesticulando en mi propio idioma. Nos dan las ocho de la tarde y aún tenemos que encontrar el Hostel que hemos reservado por Internet en el centro de la ciudad. El taxi tras el regateo no baja de los 50 euros por persona, una barbaridad para nuestros bolsillos, así que optamos por la opción barata pero complicada, una hora de bus y otra más de metro, el que por cierto merece un vistazo, tan bonito e impoluto, claro que es imprescindible un curso avanzado de Cirílico, de lo contrario te esperan unas cuantas vueltas de más, ¿quién acierta con el destino si ni siquiera conoce las letras que lo designan?
A pesar de que la noche está ya avanzada no nos podemos permitir el lujo de no aprovechar las escasas horas que pasaremos en Moscú y salimos a hacer turismo, calle peatonal, kremlin, plaza roja…para acostarnos a las 2 de la madrugada. A la mañana madrugón y más de lo mismo. Nuestro avión camino de Mineraley Vody sale al medio día y nos obliga a una visita turística a la carrera. En Mireraley nos espera Lisa directora de la Agencia CetNeva junto al famoso alpinista ruso Anatoli Mosikov. Ellos no facilitarán toda la burocracia rusa para acceder a la montaña, porque montones de papeles, salvoconductos y controles militares imposibilitan cualquier tipo de gestión por cuenta propia.
El 11 de agosto a las 10 de la noche, después de un pesado viaje en furgoneta, llegamos a Jeget, pequeño poblado en la falda de la montaña. Nos instalamos en el hotel del mismo nombre y a la mañana comenzamos nuestra aclimatación en un pico de 3700m., el Jeget. Estamos en una antigua estación de esquí que junto con el pueblo y los alrededores muestran a las claras los tiempos pasados del régimen. Desgraciadamente se han quedado 50 años atrás, se aprecia un enorme abandono y suciedad por todas partes.
La cumbre del Jeget no se nos resiste y para el día siguiente decidimos subir a lo que será nuestro campo base (Barrels o Barriles), que en mi pueblo es un merendero a orillas del Duero, pero que aquí son unos barriles o cisternas de camión donde nos esperan 6 confortables camastros a 3700m de altura. A las 10 de la mañana cogemos un telesférico y una arcaica silla que llega hasta allí. Nuestra intención es aclimatarnos y atacar la cumbre desde este lugar. Una vez instalados y después de un pequeño pic-nic comenzamos nuestra aclimatación con destino a Priu (antiguo refugio quemado en un descuido a unos 4000m). Yo me siento pletórico (como siempre en los primeros días de aclimatación), cojo lo necesario y comento a mis compañeros que voy a probarme. – Si llego a Priu en 30’ y a las Pastucobas a 4600m en hora y media intentaré la cumbre. Juan y Jose asintieron el resto puso cara de incredulidad, pues eran las 12 del medio día y se acostumbra a salir a las 2 de la madrugada, o sea que iba con 10 horas de retraso y el día no era muy potable. A mí me cuadraron los tiempos y en 5 horas estaba disfrutando solo la cumbre, algo muy difícil en esta montaña y en esta época del año. La niebla, el viento y el frío me dificultaron en gran medida la parafernalia fotográfica de la cumbre, teniendo que utilizar dos extraños artefactos que allí reencontraban (dos bolas de acero amarillas con un asa). A día de hoy una de ellas se encuentra en mi casa. Como también había anticipado, a las 7,30 estaba para cenar, ante la incredulidad de nuestro buen amigo Anatoli que apostó con Jose Antonio que no estaría y que le ha costado las botas con las que nada menos que en dos ocasiones ha pisado la cumbre del Everest sin oxígeno y hazaña que después de Messner pocos más en el mundo han logrado. También hoy reposan las botas en el balcón de Jose Antonio a la espera de un insigne lugar en el futuro “museo” que ante tal acontecimiento hemos decidido montar.
El resto del grupo continuó su proceso de aclimatación al día siguiente mientras yo aprovechaba para descansar con el objetivo ya cumplido y con el compromiso de acompañarles al día siguiente. A su vuelta preparamos el plan de ataque. Juan y Jose tienen enormes dudas de su éxito saliendo desde Barrels y ante la decisión del resto de coger la “retrak” (quitanieves con asientos para 15 personas que en una hora escasa te deposita en las Pastucobas facilitándote los primeros 900m de desnivel). Yo decido no coger es te artefacto y salir a la misma hora (4 de la madrugada), pero a pata. A las dos horas les di caza en la dura pala que va de las Pastucobas, a la travesía que conduce al collado entre el Elbrus Este y el Oeste. Afortunadamente amanecía y les pude identificar inmersos en un gran grupo comandado por Anatoli. Su ritmo era tortuguero, así que nos salimos marcándoles otro más apropiado y superando a todos hasta el collado. Tras un descansito aprovechando los únicos rayos que el sol nos brindó ese día, nos plantamos en la cumbre haciéndonos sitio para las fotos. En esta ocasión a duras penas cabíamos y prácticamente había que sacar ticket como en la pescadería y todo ello presidido por las famosas bolas de acero (un ruso adinerado con dotes de culturista presume de haber hecho pesas con dos peculiares mancuernas amarillas en el Polo Norte, en la cumbre del Elbrus y en algún que otro recóndito lugar del mundo). Estas excentricidades hay que hacerlas y deshacerlas, de ahí que una de estas supuestas “bombas” descendiese en el interior de mi mochila, ante la más que incrédula mirada de Anatoli al verla ya descansando en Jeget.
Ayudar a mis amigos y compartir la cumbre con ellos fue una gran satisfacción. Su primera experiencia ha sido un éxito y a buen seguro en el futuro se cuestionarán haber probado esta “droga” y no saber desengancharse.
En cuatro días cumplimos todas nuestras expectativas y hemos tenido la enorme fortuna de conocer estos valles y maravillosos paisajes en los días restantes. Para casa nos traemos una bonita experiencia y unos cuantos interesantes obsequios para ese futuro museo que algún día podréis disfrutar (unas botas, un bastón, unos banderines de expedición, una antigua bota, una extraña mancuerna y muchas, muchas fotos).
Con este panorama todo el mundo nos desaconseja iniciar esta nueva aventura, desde la familia hasta la embajada hacen sus esfuerzos, pero tras una llamada telefónica a uno de mis mejores amigos de la infancia, ahora empresario yogurtero en Georgia, decidimos continuar con nuestros planes, escalar el MONTE ELBRÚS, la montaña más alta del continente Europeo.
Tras la disgregación de la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas, la montaña más emblemática del mundo alpinístico, el MONT BLANC, deja de ser la montaña más alta de Europa, pasando a ocupar este insigne puesto el Monte Elbrus en Rusia. La cordillera del Cáucaso es la barrera natural que divide la placa Europea de la Asiática, y el monte Elbrús se encuentra 11 kilómetros hacia el interior de Europa.
Parto de Madrid en compañía de dos buenos amigos (Jose Antonio y Juan) que han decidido tener en esta montaña su primera experiencia en altura. Nuestro destino es Moscú, donde nos uniremos a otros tres españoles de Asturias (Pepe, Alberto y Modesto). La llegada a Moscú nos depara una sorpresa, mi mochila con todo el material de montaña no aparece. Papeles, reclamaciones y buenas dosis de desesperación, en Rusia se cuentan con los dedos de una mano aquellos que hablan inglés, la comunicación resulta terriblemente complicada. Mi inglés “arapajoe” aquí deja de tener sentido, con el castellano “arapajoe” me sirve igual. Al menos me siento más cómodo gesticulando en mi propio idioma. Nos dan las ocho de la tarde y aún tenemos que encontrar el Hostel que hemos reservado por Internet en el centro de la ciudad. El taxi tras el regateo no baja de los 50 euros por persona, una barbaridad para nuestros bolsillos, así que optamos por la opción barata pero complicada, una hora de bus y otra más de metro, el que por cierto merece un vistazo, tan bonito e impoluto, claro que es imprescindible un curso avanzado de Cirílico, de lo contrario te esperan unas cuantas vueltas de más, ¿quién acierta con el destino si ni siquiera conoce las letras que lo designan?
A pesar de que la noche está ya avanzada no nos podemos permitir el lujo de no aprovechar las escasas horas que pasaremos en Moscú y salimos a hacer turismo, calle peatonal, kremlin, plaza roja…para acostarnos a las 2 de la madrugada. A la mañana madrugón y más de lo mismo. Nuestro avión camino de Mineraley Vody sale al medio día y nos obliga a una visita turística a la carrera. En Mireraley nos espera Lisa directora de la Agencia CetNeva junto al famoso alpinista ruso Anatoli Mosikov. Ellos no facilitarán toda la burocracia rusa para acceder a la montaña, porque montones de papeles, salvoconductos y controles militares imposibilitan cualquier tipo de gestión por cuenta propia.
El 11 de agosto a las 10 de la noche, después de un pesado viaje en furgoneta, llegamos a Jeget, pequeño poblado en la falda de la montaña. Nos instalamos en el hotel del mismo nombre y a la mañana comenzamos nuestra aclimatación en un pico de 3700m., el Jeget. Estamos en una antigua estación de esquí que junto con el pueblo y los alrededores muestran a las claras los tiempos pasados del régimen. Desgraciadamente se han quedado 50 años atrás, se aprecia un enorme abandono y suciedad por todas partes.
La cumbre del Jeget no se nos resiste y para el día siguiente decidimos subir a lo que será nuestro campo base (Barrels o Barriles), que en mi pueblo es un merendero a orillas del Duero, pero que aquí son unos barriles o cisternas de camión donde nos esperan 6 confortables camastros a 3700m de altura. A las 10 de la mañana cogemos un telesférico y una arcaica silla que llega hasta allí. Nuestra intención es aclimatarnos y atacar la cumbre desde este lugar. Una vez instalados y después de un pequeño pic-nic comenzamos nuestra aclimatación con destino a Priu (antiguo refugio quemado en un descuido a unos 4000m). Yo me siento pletórico (como siempre en los primeros días de aclimatación), cojo lo necesario y comento a mis compañeros que voy a probarme. – Si llego a Priu en 30’ y a las Pastucobas a 4600m en hora y media intentaré la cumbre. Juan y Jose asintieron el resto puso cara de incredulidad, pues eran las 12 del medio día y se acostumbra a salir a las 2 de la madrugada, o sea que iba con 10 horas de retraso y el día no era muy potable. A mí me cuadraron los tiempos y en 5 horas estaba disfrutando solo la cumbre, algo muy difícil en esta montaña y en esta época del año. La niebla, el viento y el frío me dificultaron en gran medida la parafernalia fotográfica de la cumbre, teniendo que utilizar dos extraños artefactos que allí reencontraban (dos bolas de acero amarillas con un asa). A día de hoy una de ellas se encuentra en mi casa. Como también había anticipado, a las 7,30 estaba para cenar, ante la incredulidad de nuestro buen amigo Anatoli que apostó con Jose Antonio que no estaría y que le ha costado las botas con las que nada menos que en dos ocasiones ha pisado la cumbre del Everest sin oxígeno y hazaña que después de Messner pocos más en el mundo han logrado. También hoy reposan las botas en el balcón de Jose Antonio a la espera de un insigne lugar en el futuro “museo” que ante tal acontecimiento hemos decidido montar.
El resto del grupo continuó su proceso de aclimatación al día siguiente mientras yo aprovechaba para descansar con el objetivo ya cumplido y con el compromiso de acompañarles al día siguiente. A su vuelta preparamos el plan de ataque. Juan y Jose tienen enormes dudas de su éxito saliendo desde Barrels y ante la decisión del resto de coger la “retrak” (quitanieves con asientos para 15 personas que en una hora escasa te deposita en las Pastucobas facilitándote los primeros 900m de desnivel). Yo decido no coger es te artefacto y salir a la misma hora (4 de la madrugada), pero a pata. A las dos horas les di caza en la dura pala que va de las Pastucobas, a la travesía que conduce al collado entre el Elbrus Este y el Oeste. Afortunadamente amanecía y les pude identificar inmersos en un gran grupo comandado por Anatoli. Su ritmo era tortuguero, así que nos salimos marcándoles otro más apropiado y superando a todos hasta el collado. Tras un descansito aprovechando los únicos rayos que el sol nos brindó ese día, nos plantamos en la cumbre haciéndonos sitio para las fotos. En esta ocasión a duras penas cabíamos y prácticamente había que sacar ticket como en la pescadería y todo ello presidido por las famosas bolas de acero (un ruso adinerado con dotes de culturista presume de haber hecho pesas con dos peculiares mancuernas amarillas en el Polo Norte, en la cumbre del Elbrus y en algún que otro recóndito lugar del mundo). Estas excentricidades hay que hacerlas y deshacerlas, de ahí que una de estas supuestas “bombas” descendiese en el interior de mi mochila, ante la más que incrédula mirada de Anatoli al verla ya descansando en Jeget.
Ayudar a mis amigos y compartir la cumbre con ellos fue una gran satisfacción. Su primera experiencia ha sido un éxito y a buen seguro en el futuro se cuestionarán haber probado esta “droga” y no saber desengancharse.
En cuatro días cumplimos todas nuestras expectativas y hemos tenido la enorme fortuna de conocer estos valles y maravillosos paisajes en los días restantes. Para casa nos traemos una bonita experiencia y unos cuantos interesantes obsequios para ese futuro museo que algún día podréis disfrutar (unas botas, un bastón, unos banderines de expedición, una antigua bota, una extraña mancuerna y muchas, muchas fotos).
3 comentarios:
gracias por tu amistad.
Eres una máquina Paco, enhorabuena por todo!
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